Axel acaba de entrar a la habitación, oigo sus pasos, tira la maleta, y alcanzo a oír sollozos. No puede ser, esta es la segunda vez esta semana que llega así de la escuela. Tengo que hacer algo.
Por cierto, soy Manfred, un ajolote que vive en Xochimilco, México. Por lo pronto estoy escondido en la tubería del lavamanos de Axel.
Se estarán preguntando qué hago en el baño de un niño. Bueno, es que mi casa, una gran laguna, está contaminada con alguna porquería de esas fabricadas por ustedes los humanos. Y que después tiran en cualquier lado sin importarles quién o qué viva allí. En fin, tuve que salir de la laguna tratando de encontrar un hogar mejor, deambulé mucho tiempo hasta llegar a esta tubería.
No es que este wow, pero al menos no hay monstruos persiguiéndome y el agua que baja por el conducto es aceptable. El otro día, antes de dar con esta guarida, venía por una alcantarilla y solo quise salir a ver porque tanta algarabía. Estaba en pleno centro. Asomé mi inexistente nariz por una tapa, de pronto me vi asaltado por un animal de gran tamaño, color blanco, parecía una oveja. Resultó ser un poodle, por poco soy su cena. Así que no quiero volver a pasar otros sustos.
Para decirles la verdad, estoy empezando a sentir cariño por Axel. Es un niño agradable, educado, muy juicioso. Sin embargo, he notado que no tiene amigos en la escuela ni en el barrio. Entonces a veces se pone triste.
En cambio, yo soy amigo de todos en el barrio, los extraño. Quiero ayudar a Axel porque conozco ese sentimiento y es muy feo. —Pss, pss.
Intento llamar la atención de Axel, pero seguro no me escucha. Soy diminuto en comparación a él y la casa. Tendré que esperar hasta cuando venga a cepillarse los dientes.
Escucho unos pasos, ahí viene el niño, lo veo, lleva una camiseta roja con un dibujo extraño, viene despelucado, se ve muy chistoso. —Pss, pss.
Nada, voy a tener que hacer algo más. Saco un dedo por los huecos de la rejilla del lavamanos. Parece que me ve. Ohh, alarga su dedo y toca el mío. Intenta quitar la rejilla, lo logra. Lo veo claramente, por fin.
—¡Eh, Axel! Me alegra conocerte. El niño se queda mirándome asustado, mira para todos lados. —¡Eh, mírame, soy yo el que te habla! —¿Cómo sabes mi nombre? ¿Cómo es que tú puedes hablar? ¿Qué eres?
—Oye pareces una lluvia de meteoritos con tantas preguntas. —Dime qué eres. —Soy un ajolote, ¿no me reconoces? —He oído hablar de ustedes, pero nunca había visto uno tan cerca… Son muy feos. —¡Cuidado! Yo no he dicho nada de la protuberancia que sale del centro de tu cara, con dos huecos y de esas orejotas. —Está bien, discúlpame. —Como es que puedo hablar, no lo sé. Siempre lo he hecho, pero tú eres el único no ajolote que me entiende. —Es muy raro. —¿Y cuál era la otra pregunta? Ya me olvidé. —¿Cómo sabes mi nombre? —Es que he estado viviendo aquí las últimas semanas y pues yo... escucho cosas, cuando hablas con tu mamá, cuando peleas con tu hermana mayor, cuando lloras por tu papá que está en el cielo. —Eso es ser un entrometido.
Dejo escapar una risilla nerviosa. —No tengo nada mejor que hacer. Mira, lo importante es que te puedo ayudar. —¿Tú? —Sí. Mira, yo era muy popular en mi barrio, soy muy sociable y tengo muchos amigos, o tenía. —¿Por qué dices tenía? —Porque muchos ya no están debido a los problemas de la laguna. Algunos no sobrevivieron, otros se fueron y así.
Axel se agacha y extiende su mano, comprendo el gesto. Subo a ella con paso lento.
Hemos charlado un rato largo, le di algunos consejos para conseguir amigos: sonreír, responder cuando alguien te habla, interesarte por los demás, por sus cosas, fijarse en quién tiene los mismos gustos que tú, etc.
Me estaba sintiendo mareado, necesitaba estar en el agua, entonces Axel me puso en la bañera.
Al día siguiente Axel consiguió un acuario y dijo que yo sería oficialmente su mascota. Además, para compensarme por la ayuda que le había brindado, iba a hacer una exposición a sus compañeros de clase sobre el hábitat de los ajolotes y las formas de cuidarlo. No conocía esa palabra hábitat, Axel explicó que se trataba del lugar donde vivía.
El día de la presentación, Axel me llevo a la escuela, todos los niños me miraban fascinados.
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