Ella era un girasol alto, de pétalos perfectos, siempre altiva con su mirada fija en el oriente, su nombre era Acahual. Selene, por su parte era algo extraña, se le veía casi siempre de noche, de lejos parecía hermosa y tranquila, pero en el fondo era oscura y misteriosa. Todos los días al atardecer Selene podía ver desde su residencia el valle de los girasoles donde vivía Acahual, la miraba fijamente y cada día pensaba en una excusa diferente para acercársele, pero todo terminaba allí en su mente y no se atrevía a hablarle. Acahual por su parte, aprovechaba la noche para descansar, así que eran pocas las veces en que se percataba de la presencia de Selene.
Una noche de verano Acahual no podía dormir, así que levantó sus ojos al cielo contemplando la belleza de Selene, esta oportunidad era única, no podía ser desperdiciada, así que Selene se armó de valor para poder pronunciar las siguientes palabras: hoy mis vecinas las estrellas se han ido de fiesta, por eso me ves tan sola. No las había echado de menos, contestó Acahual, encuentro muy interesante tú halo de luz. Acahual no podía creer lo que escuchaba, en toda su existencia no había deseado algo tanto y ahora que lo había conseguido, le parecía increíble, creyó que estaba soñando.
Acahual y Selene se encontraban una que otra noche y sus conversaciones eran largas y amenas, Selene tenía mucho que contar, era un alma vieja, tan vieja como el mismo mundo; ella le narraba historias sobre la creación del universo y el girasol la escuchaba atentamente; al final de estas tertulias Selene pensaba en expresarle su amor a Acahual, pero no se atrevía. Las estrellas animaron a Selene a confesar su amor, le dijeron que vida sólo hay una, que no tenía nada que perder.
Aquella tarde de septiembre, Selene salió más temprano y con voz firme y decidida se dirigió a Acahual: “Eres el girasol más lindo que he visto en mi vida, me encanta todo de ti y te amo desde antes de conocerte”. Acahual la miró fijamente y solo pudo contestar con la verdad: “Mi corazón tiene dueño desde que nací y lamento decirte que su brillo supera el tuyo y es por eso que lo amo, amo al Sol y no puedo evitarlo, es mi naturaleza.”

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