El Perfume y el Cáliz

La fragancia aquella vez era la misma que ahora, Paco Rabanne. Luigi la olió por primera vez en la casa de la zona universitaria en la que su mamá lavaba ropa dos veces por semana. Sin embargo, en este instante era un hombre de 45 años quien la usaba, podía olerlo porque lo tenía encima suyo.

Luigi era un joven de 16 años, tímido, algo retraído y a veces cuando estaba nervioso tartamudeaba un poco. Estaba en último grado de secundaria, vivía solo con su madre en una pieza sencilla. Era acólito en la iglesia del barrio, pues su madre era una mujer católica, muy devota, que lavaba ropa para ganarse la vida. Ella, una madre soltera había encontrado en la iglesia, y específicamente en el padre Aurelio, un refugio que le brindaba consuelo, además de una mano que la ayudaba cada vez que lo necesitaba.

A los diez años Luigi conoció por primera vez al padre Aurelio, era un hombre bajo, serio pero de buenos modales. Su madre empezó a dejarlo en la iglesia algunas tardes en las que debía ir a trabajar y no tenía dinero para otro pasaje de bus, además no tenía con quien dejar a Luigi. El padre Aurelio se había ofrecido a cuidar del niño por unas pocas horas, dijo que le podría ayudar con algunos menesteres de la iglesia antes de iniciar la misa de las seis.

El sacerdote era muy bueno con Luigi y su madre, al igual que con otros vecinos, siempre estaba pendiente de que no les faltará comida, buscaba donaciones de útiles escolares para los niños del barrio, organizaba bazares para recaudar fondos para los más necesitados. Se convirtió en un líder para la comunidad y era muy querido por todos.

Pero el padre Aurelio tenía un gran defecto, que nadie conocía, era débil ante los niños, sentía una atracción por ellos. Solo se fijaba en hombrecitos, el hombre se ganaba su confianza y aprovechaba los momentos en que estaban solos para tocarlos, manosearlos y en el peor de los casos llegaba a sodomizarlos.

Luigi, no fue la excepción, pero él nunca dijo nada porque el padre Aurelio era tan bueno con ellos y le había hecho creer que eso que hacían en el despacho parroquial era una forma de expresarle cariño.

Con el tiempo, Luigi empezó a sentir que las cosas que el sacerdote le hacía no le gustaban y se sentía incómodo. Intentó decírselo a su madre, pero al mínimo atisbo de hablar mal del cura, ella se enojaba muchísimo y cambiaba de tema. Para ella, el padre Aurelio era un santo.

El día que Luigi cumplió 16 años, el padre Aurelio le dijo que le tenía un regalo muy especial, era su perfume preferido, el de Paco Rabanne. Cuando Luigi lo destapo, el padre lo agarró rápidamente y lo esparció por todo su cuerpo, empujó a Luigi hacia un escritorio que había en el centro del despacho, se abalanzó hacía él e intento besarlo en la boca.

Luigi se lo sacó de encima como pudo, ni el olor a su perfume favorito podía evitar que el joven sintiera asco cada vez que el párroco se acercaba a él. El padre insistió, pero Luigi alcanzó a coger el cáliz que estaba sobre una repisa cercana y lo depositó con un golpe fuerte en la cabeza de aquel hombre con sotana. Este murió al instante.

Luigi huyó por temor a que nadie creyera su versión y por vergüenza, sobre todo por vergüenza.

Luigi no volvió al barrio, perdió contacto con su madre. En el día trabaja en lo que salga y en la noche caza a sacerdotes pedófilos, los unge con perfume Paco Rabanne antes de darles un golpe seco con su propio cáliz.