Carlos y Mariana son mellizos, ambos son biólogos de profesión y trabajan juntos para salvar el mundo. Ahora se encuentran en el Amazonas Colombiano, están estudiando especies vegetales nativas. Duermen en una tienda de campaña cerca a una maloca, casa comunal que habitan las tribus de esta región.
Anoche se despertaron debido a un ruido que no podían identificar, el sonido provenía de la maloca, ambos se miraron, se escuchaba un murmullo, como cuando sopla el viento. Carlos era muy miedoso, así que Mariana tuvo que salir de la tienda para ver qué era. Las hojas de los árboles estaban quietas, pero el murmullo continuaba.
Los mellizos intentaron volver a dormir, sin darle importancia al ruido. Al cabo de un rato, el murmullo aumentó de volumen, adicionalmente ahora llegaban a sus oídos unas palabras en un lenguaje que no pudieron reconocer, todas eran diferentes. Esta vez, a pesar del miedo que sentía, fue Carlos quien salió de la tienda, con una linterna alumbró la parte exterior, sin ver nada fuera de lo común.
Era imposible conciliar el sueño, entonces los mellizos decidieron ir hacía la maloca. Cogidos de la mano avanzaron muy despacio por la selva, a esa hora podría aparecer cualquier animal. O peor aún, podrían encontrarse con cazadores, caucheros, mineros ilegales o narcotraficantes.
Ahora, sonaba una marimba, de eso si estaban seguros, recordaban que en la escuela uno de sus compañeros tocaba este instrumento, lo extraño era que no era usado en esta región del país, su compañero había comentado que era del pacifico colombiano. ¡Qué extraño era todo aquello!
Al llegar a la maloca descubrieron que la tribu estaba haciendo una especie de celebración, las mujeres a un lado emitían el murmullo que ellos habían oído inicialmente, al otro lado los hombres pronunciaban una serie de palabras en su idioma y en la mitad estaba el chamán de la tribu tocando la marimba en una especie de trance. El jefe de la tribu explicó a Carlos y Mariana que era un ritual que hacían para espantar a los hombres blancos malos.
Esta es la versión del sueño que tuvieron mis hijos, mellizos de doce años, que a veces soñaban lo mismo. Cuando eso sucedía se asustaban un poco e iban a despertarme. Lo curioso es que yo escuche una marimba proveniente del apartamento de al lado, me pareció que no era la hora para estar practicando ningún instrumento musical, así que con mis hijos fuimos a solicitar el favor a los vecinos que dejaran dormir. Nos abrió la puerta un indígena y en su dialecto nos dijo algo que no entendimos y luego en español dijo: “Carlos y Mariana los estaba esperando”.
El timbre del celular sonaba, lo oía lejano, ahora lo oigo más fuerte. Me despierto sobresaltada, estaba soñando con mis hijos. Miro el celular, son las seis de la mañana, es Mariana quien llama.
—Hola mamá, lamento despertarte. Quería recordarte que el vuelo a Leticia sale a las nueve de la mañana, así que ya estamos acá en el aeropuerto.
—Hija, que bueno que llamas. No me he olvidado del viaje, les deseo mucha suerte. Te amo. Pásame a Carlos.
—Hola mamá, si descubro alguna especie nueva le pongo tu nombre. Te amo.
—Tú siempre haciendo bromas, yo también te amo Carlos.
Colgué el teléfono, no sabía que esa sería la última vez que hablaría con ellos.
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